"Tabaco"

Aloma Riera.


He descubierto a un asesino, pero nadie quiere creerme.
Llevo años observando todos sus movimientos, vigilando de cerca sus pasos, presenciando impotente cómo acaba con cada una de sus víctimas. Vivo con la esperanza de que alguien más vea lo que yo.
Varias veces he intentado compartir mis descubrimientos con los de mi alrededor, pero creen que desvarío y me tachan de loco. Yo les advierto e intento protegerlos -incluso en contra de su voluntad- pero todo es en vano; cuanto más lo repito, más se empeñan en contradecir mis teorías. Tarde o temprano contemplo horrorizado cómo el asesino actúa de nuevo.
Las noches las paso en blanco, dominado por el terror, la incertidumbre y la impotencia. Terror ante las atrocidades de las que he sido testigo; incertidumbre ante la pregunta de cuál será la siguiente víctima; impotencia por cada persona que veo caer sin que yo pueda evitarlo. Lo he intentado todo, pero nadie quiere escucharme. Paso los días sufriendo, viendo como la gente cercana a mí se expone al riesgo de caer en sus manos, pasando por alto todas mis advertencias.
Él se disfraza de amigo, interpreta el papel de aliado para volverlos contra mí. Se gana su confianza y yo quedo fuera de juego. Mientras ellos se entregan a él con los ojos cerrados a la realidad, percibo -más allá de su máscara- toda su cruenta maldad.
Al ver el triste final de tantas vidas, me invade el dolor y el sufrimiento. ¿Qué más puedo hacer para impedirlo? Tal vez no dependa de mí sino de ellos, que tienen la respuesta delante de los ojos pero no quieren verla. Y yo no puedo abrir los ojos por ellos.
No hay dolor más grande que ver cómo alguien sufre sin poder evitarlo. Nunca creí en el destino pero sí es cierto que hay personas que con sus decisiones predestinan el final de su vida.
Hecha un vistazo por la ventana. Quizás tú puedas ayudarme a cazar al asesino. Contradiciendo toda lógica, camina por la calle con naturalidad, sin esconderse, pues todos le conocen y le tienen como amigo. Podrás distinguirle fácilmente: luce traje blanco y sombrero anaranjado. En una esquina de la camisa se lee una pequeña inscripción: “Tabaco”.

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