"La máquina expendedora"

Olga Nafría.


En nuestro país cada día salen a la luz nuevos casos de corrupción política. Los ciudadanos, como es lógico, nos subimos por las paredes. Cansados de que nos engañen, ya no pedimos un gobierno de tal o cual color sino una clase dirigente honrada.
Cuando lo pienso, me viene a la cabeza un incidente que sucedió en mi Facultad con una máquina expendedora. Por un descuido técnico, la puerta de cristal no quedó bien cerrada, quedando a merced de quien las deseara un montón de latas de refresco y bolsas de patatas fritas. Como era de esperar, al poco tiempo no quedaba ni una. Hablando con una compañera, expresé mi disgusto por lo sucedido. Ella respondió, extrañada: <<Pero tú, ¿no habrías hecho lo mismo? No podemos dejar pasar las oportunidades>>.
Me quedé de piedra. Al parecer, todo el mundo coincide en que está mal apropiarse del dinero público, pero no vemos que sea igual de negativo hacerlo con el contenido de una máquina, aunque pertenezca a una empresa determinada que, con sus ganancias, paga el sueldo de sus trabajadores. Con matices, la situación es la misma: considerar la posibilidad de robar y hacerlo.
Criticamos a los políticos corruptos entre comentarios como <<no tienen vergüenza>>. La gente apela al sentido del honor, de la dignidad, de la moral… Me gustaría saber cómo actuaría frente a una máquina expendedora abierta, la misma gente que clama contra la corrupción. Porque, ¿qué moral es la que actúa sólo cuando hay factores disuasorios, llámense policía, juez o máquina cerrada? Eso no es moral… Eso es miedo.
Es tan reprobable que un estudiante universitario se lleve diez latas de refresco que no le pertenecen, como que un político se adueñe de diez millones de euros que son de los contribuyentes. Por supuesto, la cantidad es un agravante, y se hace más daño en el segundo ejemplo. Pero, ¿acaso la actitud de robar solo “porque la máquina está abierta” no revela que, si se tuviese acceso a más, se robaría también?
Es vergonzoso que los políticos roben, tanto como la impunidad de la que gozan. Pero quiero recordar que por lo pequeño se va a lo grande. Un estudiante que roba una lata hoy, puede robar mañana un millón de euros. Es decir, no se puede estar en contra del robo solo “a partir de cierta cantidad”. Por tanto, aquel que esté dispuesto a robar una bolsa de patatas fritas, que no se atreva a censurar la falta de honradez de los políticos.
 
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