"Mañana"

Berta Ferrer.



Desde la ventana se veía el mar. A ratos verde y cristalino; otras veces azul y opaco, como un manto espeso, insondable. Los días de lluvia, cuando llegaba septiembre, se enfurecía. Despedía al verano con olas que se embravecían al compás del viento iracundo y echaban espumarajos al chocar contra las rocas de la costa. Mi madre nos preparaba -a mis hermanos y a mí- vasos de leche con miel y nos acurrucábamos junto al cristal para contemplar el cielo que se deshacía sobre el mar. Eran tardes de sueños inacabables: barcos que naufragaban, tesoros escondidos bajo la arena, mensajes ilegibles encerrados en botellas de vidrio...
Pasaba la tormenta y volábamos por las escaleras, empujándonos los unos a los otros, impacientes por salir al fresco del exterior. <<Coged las chaquetas, no os vayáis a resfriar, por el amor de Dios>>, gritaba mamá desde la cocina, los brazos cruzados y siempre la misma cantinela entre los labios. <<Y que no se despiste vuestra hermana>>. Y yo me enfurruñaba y escapaba fingiendo odiarla, por tratarme como a la niña pequeña que aún era.
Al llegar a la playa, olvidábamos los zapatos en un punto elegido al azar y corríamos descalzos por la arena, que se hundía húmeda bajo nuestros pies. Rescatábamos entonces las historias que habíamos inventado y jugábamos con desenfreno hasta perder el aliento. Caíamos rendidos y nos tumbábamos a contemplar el cielo gris que convertía el mar en ónice. Respirábamos salitre y escuchábamos las olas romper a nuestros pies. Reíamos de cansancio, empapados de felicidad.
Cuando las campanas de alguna iglesia cercana nos avisaban de que se acercaba la hora de cenar, arriábamos velas y nos precipitábamos a la bocana del puerto. Mi hermano mayor me cogía de la mano y tiraba de mí, con delicadeza a pesar de que fruncía el ceño y se quejaba de que me rezagaba, de que íbamos a llegar tarde. Pero siempre lográbamos sentarnos en el muelle, cortos de aliento y con las piernas colgando sobre el agua turbia, a tiempo para ver cómo el faro se encendía con las últimas luces de la tarde.
Con los ojos puestos en el foco de luz, que bañaba las aguas con intermitencia, contábamos mentalmente hasta diez; a veces, hasta veinte. Solía ser yo la primera en avistar la silueta a lo lejos, todavía un insignificante punto en la lejanía. Me tragaba el grito de emoción y dejaba que otro me señalara con entusiasmo la figura que se iba acercando desde el horizonte anaranjado.
-¿Lo ves, Ni? Ya llega.
Conteníamos el aliento mientras el barco pesquero avanzaba hacia el puerto y maniobraba con lentitud para encontrar su sitio entre tantos navíos.
Desde el muelle se escuchaban las voces de los pescadores que vociferaban con alegría por el fin de la jornada. Desembarcaban de un salto y nos miraban de reojo, preguntándose qué hacían unos críos como nosotros allí parados, observándolos con tanto interés.
Descendía el último marinero y repicaban de nuevo las campanas de la iglesia. Era hora de volver a casa, pero nos demorábamos unos segundos más, con la vista clavada en el mar que comenzaba a diluirse entre las sombras de la noche. Regresábamos en silencio y cabizbajos hasta nuestra puerta, donde inconscientemente nos colocábamos en círculo y nos sonreíamos unos a otros. Era un pacto mudo entre hermanos. Luego, subíamos la escalera a saltos, creando el mismo alboroto que cuando nos habíamos ido. Nuestra madre nos esperaba junto a la ventana, con los brazos cruzados sobre el regazo y los ojos melancólicos perdidos en la oscuridad del exterior. Corríamos hasta ella y nos sentábamos a sus pies. La aturdíamos contándole las aventuras de la tarde, hasta que yo, nombrada portavoz por ser la más pequeña, le susurraba en el oído la frase que traía ensayada desde la playa:
-Mañana, mamá... Mañana vuelve a llover y llega el barco que estamos esperando.- Y me abrazaba con fuerza a su cuello–. Mañana, ya lo verás, papá cenará con nosotros.
A ella se le iluminaba el rostro y la noche se llenaba de historias inacabables; barcos que naufragaban, tesoros escondidos bajo la arena, mensajes encerrados en botellas de vidrio...

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