Belén Meneu.
Cuando salgo de casa y tomo el ascensor, empiezo a fijarme en los desperfectos del mismo. Sus paredes están cubiertas de rayas y mensajes, seguramente grabados por algún vecino que, buscando entretenerse, utilizó una llave a modo de punzón para dar al habitáculo un toque personal. Una vez en la calle veo como siguen los restos del botellón que un grupo de jóvenes hizo la última noche: bolsas de plástico, botellas de cristal rotas e, incluso, restos de comida que como cada semana dan los buenos días a quien pase antes que los servicios de limpieza. Junto a las muestras de farra también encuentro excrementos de perro cuyos dueños decidieron no recoger, ajenos al malestar de los viandantes. Al subir a un autobús, de nuevo nombres y dibujos que decoran los asientos como si de las cuevas de Altamira se tratase.
Siempre que paso por una calle cercana a mi casa, me fascina el mensaje que decora una de sus fachadas: “Pocholita, ¡te quiero!”. Una pintada que su autor verá como un acto de amor y el resto contemplamos como una gamberrada. Suelo preguntarme si este peculiar Romeo todavía querrá a su amada, o si por el contrario Pocholita se cruza todos los días con el juramento de un amor que al final se vio truncado. Si así es, me la imagino luchando por olvidar al tiempo que aguarda que -un día no muy lejano- las gotas de lluvia consigan con suerte borrar esa huella del pasado.
Por desgracia, estos son los tipos de imágenes que encontramos cada día al salir de casa. Representan a todos aquellos que no cuidan lo que les rodea, pues creen que solo deben mantener limpias sus propiedades: su casa, su coche... Muchas veces olvidan que los espacios públicos también les pertenecen, al menos en parte nos pertenecen a todos. Alguien puede creer que no pasa nada por tirar una lata al suelo en vez de depositarla en la papelera que tiene enfrente, pero si cada persona hiciese lo mismo, no sería agradable caminar por las calles de nuestra ciudad. Entre todos debemos hacer pequeños esfuerzos por conservar los espacios públicos limpios, no olvidarnos de respetar lo que nos rodea y a quienes nos rodean. Antes de actuar de otra manera, deberíamos pensar: <<¿haría esto en mi casa?>>.
Seguro que Pocholita hubiese preferido una declaración personal. Y los vecinos tener limpia la pared.
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