Belén Meneu.
Dicen que un minuto basta para formarnos una opinión inicial sobre alguien. Es cierto que esta puede ser acertada o quedar lejos de serlo, sin embargo predispone la relación que van a mantener esas dos personas, al menos en su primera etapa. Pero, ¿hasta qué punto la intuición funciona? Algunos confían ciegamente en la sensación que les transmiten el físico y la actitud del otro, lo que crea prejuicios sobre los que se construye nuestra imagen y la de la otra persona.
Crear una buena primera impresión es cada vez más importante. Hay cursos, libros y conferencias sobre la postura, la actitud y el lenguaje que debemos mantener en esos instantes clave en una entrevista de trabajo, en reuniones con posibles clientes e, incluso, flechazos amorosos. No obstante, qué es mejor: ¿comportarnos para construir una buena aunque distorsionada primera impresión o mostrarnos tal y cómo somos? Me resulta contradictorio que, por un lado, se nos enseñe a no fabricar opiniones preconcebidas y, por otro, se le dé tanta importancia a las apariencias.
Por eso creo que debemos ser respetuosos en todo momento y mantener una actitud adecuada frente a los demás. Este comportamiento dependerá del ámbito social en el que se desarrolle la relación: familiar, amistoso, profesional.... No obstante, no hay que dejar de ser uno mismo, pues podría llevarnos a futuras confusiones e, incluso, a situaciones incómodas en las que, por agradar, nos vemos obligados a reprimir nuestra forma de ser.
Según muchos expertos, tenemos que potenciar nuestros puntos fuertes, utilizándolos a nuestro favor para dejar la huella que nos defina, sin olvidar que, aunque podamos ser juzgados, también podemos cambiar las reglas del juego.
Por todo lo dicho, aguardemos a conocer al otro antes de opinar.
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