"Cruda realidad"

Beatriz Fernández Moya.




Cada vez hay más jóvenes que llegan a su casa borrachos a altas horas de la madrugada, fin de semana sí y fin de semana también. Y cada vez hay más jóvenes que tienen padres que se creen que sus hijos sólo han bebido un buche de la copa de otro compañero, y que realmente tienen jaqueca por la bruma que envuelve la ciudad o porque les ha sentado mal la cena, por más que a la mañana siguiente no puedan levantarse de la cama a causa de la resaca. ¿No se dan cuenta o no quieren ver?
Tengo una compañera de clase, partidaria del botellón, por supuesto, que quiere estudiar medicina y especializarse en el hígado porque con tantos jóvenes bebiendo, ella prevé que el cáncer de ese órgano va a ser una de las enfermedades del futuro. Choca mucho saber que los jóvenes somos plenamente conscientes del problema y de las consecuencias del alcohol, pero al mismo tiempo no somos capaces de acabar con él. Todo lo contrario: crece el número de adolescentes que admiten que se emborrachan cada fin de semana (49,6%) a la vez que la edad de empezar con estos “divertimentos” disminuye alarmantemente (13,4 años).
Los padres, mientras tanto, prefieren tener una venda sobre los ojos. Sólo el 6,6% de ellos admiten que el consumo de alcohol se encuentra entre las actividades habituales que realiza su hijo los fines de semana, frente al 69% de los adolescentes que practican con frecuencia el botellón. Si intentamos integrar los datos, llegamos a la conclusión de que los padres habitan voluntariamente en un mundo de ignorancia, quizás porque no hay más ciego que el que no quiere ver. Reconocerlo significaría aceptar la cruda realidad de su fracaso educativo.

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