David Fuente.
Me lo contó todo cuando salimos por la puerta de la iglesia, tras habérselo aguantado, a duras penas, durante la misa.
Hacía un frío helador, pero le daba igual porque ardía en desasosiego.
-He matado a Luis.
-¿Le has matado?... -respondí estúpidamente
No podía creérmelo. Yo tampoco tenía ya frío y me pareció que, de golpe, la plaza estaba llena de orejas.
-¡Vamos! -Le empuje hacia un callejón.
Cuando me lo hubo confesado todo, lloró como un niño, como llorábamos por aquellos años.
***
Los agentes de la Guardia Civil hablaron con mucha gente del pueblo mientras buscaban al desaparecido, pero no dieron con el cadáver de un chaval huidizo y alterado, cuyo carácter nervioso irritaba a mi primo.
-Como te vayas de la lengua, te mato –me susurró una tarde.
Yo le temía desde la pelea del año pasado, pero no pude soportar compartir habitación con él; me pasaba las noches despierto y temblando.
Lloré a mis padres a los inicios de cada periodo de fiestas para que no volviésemos al pueblo. Y pasaron diez años hasta que lo hicimos.
Mi primo ya es padre, y cada vez que le estrecho la mano pienso en los huesos de Luis bajo las piedras del monte.
-Feliz Navidad –me dice.
0 Komentar