Beatriz Fernández Moya.
El banquero nos ha quitado la casa. Nuestra casa... Suya, según él.
Pero, ¿de quién son las fotos que cuelgan de las paredes del salón? ¿De quién los juguetes esparcidos por el suelo de la sala de estar? ¿De quién los apuntes que cubren la mesa del estudio? ¿De quién el cepillo de dientes que pende cerca del lavabo, junto a las toallas? ¿De quién la nevera medio vacía o las medicinas del botiquín? ¿De quién la familia que ha habitado siempre en esta casa?
Da lo mismo; la pregunta que importa en este tipo de situaciones es siempre la misma: ¿De quién es el dinero que la pagó?... Pues eso, del banco.
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