"M"

M María Álvarez Romero.



Un cielo nublado, irónicamente reflejado sobre un iris de la misma tonalidad. ¿Por qué los ojos más débiles suelen ser los más bellos?

–Para ser un pintor famoso tienes que quedarte ciego –afirmó entre bodegones, mientras su córnea recibía un líquido medicinal muy distinto al que las nubes guardaban en su interior–, así que yo voy por buen camino.


Cuantos le rodeaban estallaron en risas. No obstante, me percaté del deje sombrío que escondía su voz de mofa. La escena era alegórica: un artista rodeado de pintura, privado de su visión en un intento de recuperarla. Con apenas 18 años su vista había sido dañada por algo más que el tiempo.
 

Dicen que los escritores somos ladrones de historias, narradores de vidas ajenas que, de algún modo han formado parte de la nuestra. En esta ocasión el relato se convierte en ejemplo de superación. En la vida de un aprendiz de pintor con problemas de vista, una más en el mundo que, a pesar se pasar desapercibida para algunos, con su comportamiento marca un antes y un después. Es el caso de mi compañero de clase.
 

Un chico alegre, generoso de sonrisa y con una creatividad desbordante. No obstante, conocer aquello que se oculta tras su felicidad contagiosa va más allá de las apariencias. Un soñador ilusionado con estudiar Bellas Artes, que a base de esfuerzo y valentía ha logrado superar su enfermedad y recuperar el tesoro más preciado que un artista puede tener: la vista.
 

Sufrir desprendimiento de córnea es un golpe, pues desdibuja la vida de quien la padece, poco común incluso entre adultos. Sufrirlo con 17 años es distinto. La impotencia consciente de comprobar cómo cada día el mundo es más difuso para los ojos de uno mismo, es una situación que daña más al alma que al cuerpo. Pero ese de quien hablamos está hecho de otra pasta.

Sin miedo al dolor, pero con miedo a lo desconocido. Decidió que rendirse no era una opción, que la vida estaba hecha para reírse con ella y superar sus obstáculos. Con la operación como único salvavidas, sintió desaliento ante los pocos resultados durante la recuperación. No obstante la certeza de que su vista no volvería a ser la misma jamás logró abatirle.
 

Sin pedir ayuda se las ingenió para descifrar los jeroglíficos que intuía en la pizarra y adoptaba para sus apuntes una caligrafía de un tamaño más asequible para sus ojos debilitados. Siempre con la risa por bandera y sus bromas como escudo, llegó incluso a encontrarse algún que otro examen de letras de tamaño desmesurado, elaborado por profesores benévolos al corriente de sus situación.

“Tú tienes un sueño, tienes una meta. Preferimos que estudies lo que te gusta a que seas infeliz.”
 

Gracias a su esfuerzo y al apoyo incondicional de sus padres aprobó el bachillerato y fue libre para dedicarse a lo que más ama. El arte, amante caprichoso del alma humana que pide la vida entera a cambio llenar el espíritu.
 

“Si yo hago algo con una idea que transmitir, aunque sea insignificante, para mí eso es arte. He encontrado en la calle una caja tamaño persona y quiero pintarla como si fuese un armario, echarle colonia por dentro, llevarlo a una plaza y escribir en un cartel: Armario de los sueños. Para que la gente abra las puertas y cuente su sueño dentro del armario. Ahora tenemos que reírnos de la situación en la que estamos, no reírnos de la situación en sí, sino de que de todo lo malo se saca algo bueno. Dar ese toque de humor que levante a la gente el ánimo. Sobre todo mi objetivo en una obra de arte es ese; levantar el ánimo a la gente.”
Para él la medicina es mucho más que productos de laboratorios; se basa en la alegría y en la lucha diaria, pero -sobre todo- en disfrutar de la vida. Ya que, como afirma, de todos los problemas se puede salir, sólo es necesario creer y esforzarse por conseguirlo.


Resulta irónico saber que aquel que contagia su felicidad durante un tiempo apenas pudo ver la sonrisa con la que le respondían. Que en lugar de tener miedo a la pérdida de la visión tuvo miedo a no ser feliz. Pero sobre todo impresiona que precisamente sean unos ojos dañados aquellos que capten el verdadero sentido de la vida y el valor que tiene no rendirse.


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