Verónica Casais.
Caminas por una calle que transitas a menudo. Puede que estés yendo a clase, tal vez te dirijas hacia el café donde sueles quedar con tus amigos o quizá te apresures a tus lecciones de pintura. Llueve, como de costumbre. Sientes que las gotitas de agua palpitan sobre tu paraguas. Por momentos te entra frío. Vas mirando las baldosas grises, quizá estés triste. Te despistas. Piensas un segundo en un problema, en una persona, en un encargo. Tropiezas. Consigues mantener el equilibrio. Tu mano ha asido, instintivamente, el abrigo de una persona que camina junto a ti. Le observas al tiempo que sueltas su gabardina empapada. Ves a un tipo normal, de estatura media y rostro corriente, sin rasgos que destaquen. Le pides disculpas y te clava una mirada molesta, grisácea. En cierto modo, te asusta. Su expresión firme condena el sencillo e impulsivo gesto de tu mano.
Te excusas de nuevo y echas a andar. Se te han crispado los nervios. Piensas: tal vez sea un psicópata y parece normal, pero no lo es. Quizá sea un pobre desequilibrado. A lo mejor es un tipo corriente que tiene un mal día. Pero, ¿y su mirada borrascosa, señal inequívoca de que no es lo que aparenta?
Sigues caminando. Te falta poco para llegar a tu destino. Decides, por casualidad, desviarte un par de calles. Aprovecharás para hacer un recado. Te diriges a recoger la ropa de la tintorería o a comprar leche y de nuevo estás a punto de caer. Sabes que ya has vivido ese momento. Miras la mano, que se te ha escapado para agarrarse, increíblemente, al mismo abrigo negro de aquel tipo. Lo sueltas y sigues andando. No reparas en sus ojos de plata envejecida. Oyes pasos. Los escuchas con más fuerza que los tuyos. Es él. Sabes que te persigue. Es una sombra negra que va tras tus pasos.
Te cohíbe, te asusta, te angustia. Comprendes que es sólo una ilusión. Es un cúmulo de las emociones que te paralizan. Son tus problemas, a los que has humanizado. Es la soledad, que espera a que estés en un callejón para asfixiarte. Es una cárcel, son cadenas.
No te detengas. Seguirá tras de ti, pero has de seguir caminando. Mira al futuro, no vuelvas los ojos y no podrá alcanzarte. Sólo es un pasado oscuro. Sólo sombra, sólo reflejo. Sólo es un fantasma.
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